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Hay que poner un poco más de huevo  |     03.04.2023

 

I

 

“Giunta, Giunta, Giunta, huevo, huevo, huevo”. Por favor, si habré cantado eso. Me da bronca cuando la gente relaciona ese canto con Boca. Sí, lo admito, ¿y qué? Ya sé que durante mucho tiempo no lo pude decir. Pero no por el miedo a que me cancelaran y esas boludeces. ¿Qué pretenden que le gritara a Blas Armando? “¡Giunta, Giunta, Giunta, ovarios, ovarios, ovarios!”

No, no pude hacerme cargo de haber gritado eso porque no podía admitir el amor que había tenido por Giunta. Ver cómo se daba vuelta, con su cabellera rubia, con el cinco en la espalda sobre la camiseta azulgrana, y levantaba la mano para saludar cuando el canto bajaba por la tribuna. Por la tribuna de San Lorenzo.

Cuando se fue a Boca, sufrí uno de los desengaños amorosos más grandes de mi vida. Nosotros en San Lorenzo teníamos la reserva mundial de la Argentina de eso que llamábamos “huevo”. O sea, entrega, constancia, orgullo, mística, pasión. Huevos.

Sigo dolido por el desamor de Giunta cuando dejó San Lorenzo y se fue a Boca. Pero lo que me dolió de verdad fue tener la certeza de que Giunta triunfaría en Boca. Sabía que iba a ser así. Que Boca haría a la Bombonera cantara: “¡Giunta, Giunta, Giunta, huevo, huevo, huevo”.

Y no hay un lugar mayor de legitimación en el país (y creo que en el Mundo) de lo que significa “tener huevos” o “poner huevos”, que la Bombonera. El desamor por Giunta tuvo que ver con que Giunta nos dejó sin huevos. Y se los llevó allí donde vivían los huevos: a la Bombonera. 

 

II

 

Cada vez que decimos de alguien que tiene huevos, damos a entender que no hay mucho más para destacar sobre esa persona. Tener huevos es un atributo masculino porque sólo los tipos tenemos la dudosa virtud de seguir para adelante sin saber bien hacia dónde vamos ni con qué propósito. 

Hay un heroísmo irracional en eso de tener huevos, de poner huevos. Que puede ser muy valioso y muy necesario. Pero con eso solo no alcanza. Banco a Giunta y no me quiero hacer el superado por un desamor que, como dije, me sigue doliendo. Pero si no tenés a alguien que la mueva, con el “huevo, huevo” solo no hacés nada. 

Nadie puede negar que Diego tuviera y pusiera huevo, siempre. Al contrario, cualquiera destacaría esto como un grandísimo atributo del Diez. Sin embargo, no es ni a palos la primera cosa que destacamos de Diego. Porque su genialidad pasaba por otro lado.

Diego tenía unos huevos así de grandes. Pero Diego no era Diego por tener huevos ni por poner huevo. Diego era Diego porque era un genio. Un genio con unos huevos así de grandes.

 

 

III

 

Los huevos tienen un significado mucho más universal y mucho más antiguo en la historia. O, en realidad, desde la prehistoria. Y no estaban vinculados a lo metafórico (los testículos), sino a los huevos de verdad. 

Se piensa que el origen de la tradición de comer huevos al terminar el invierno es una reminiscencia de la Edad de Hielo, en el hemisferio norte. 

Tras el duro invierno, y cuando apenas quedaban provisiones, con la llegada de la primavera, volvían las aves desde el sur y empezaban a poner huevos. Y de estos huevos se alimentaban los seres humanos, hasta que podían volver a cazar con la llegada de mejores temperaturas.

Desde los comienzos de la humanidad, el huevo fue sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. El huevo adquirió importancia dentro de la mitología egipcia cuando el ave fénix se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo que lo había creado en un principio. También los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo.

Aparecen también rastros de un huevo sagrado, vinculado a la fertilidad, en imágenes etruscas del siglo VII antes de Cristo. Los primeros cristianos consideraron al huevo como un símbolo de la resurrección de Jesús. 

Entre los siglos IX y XVIII, la Iglesia prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma por considerarlo equivalente a la carne. Lo cual habla de cierta coherencia por parte de una institución que está en contra del aborto. Comerte un huevo era lo mismo que comerte un pollo. Tiene lógica. 

Aunque no se podía comer los huevos, las gallinas seguían poniendo huevos. Entonces la gente empezó a cocinarlos. Y después de cocinarlos los pintaban, para diferenciarlos de los frescos y poder consumirlos el día de la Pascua de Resurrección. Así, comenzó la tradición de los huevos decorados.

 

IV

 

El huevo estaba asociado a la pascua, a la resurrección, a la vida, al renacer, a la primavera. En el huevo confluían todas las tradiciones. 

Las diversas culturas fueron decorando de manera diferente los huevos. En la Edad Media, cuando llegaba la Pascua, los huevos, que eran de gallina o de pato, se pintaban o se teñían de colores y se consideraban objetos muy preciados. 

En un principio, la práctica de los huevos ornamentales era principalmente elaborada por clases altas. Pero con el tiempo se volvió popular, con decoraciones más sencillas. Como suele ocurrir con casi todo lo que sale al mercado. 

En el siglo XIX, los pasteleros de Alemania, Italia y Francia crearon huevos con chocolate y azúcar. Comestibles y decorados. Los huevos de chocolate se volvieron muy populares, al punto de terminar vinculando para siempre a la Pascua con el chocolate. 

 

V

 

El vínculo de la Pascua con el chocolate es lógico si lo pensamos en términos simbólicos:  la resurrección tiene que ver con la dulzura. O bien puede estar representada por la dulzura. Un tipo de simbolismo que está muy presente en la comida para la tradición judía. 

Para los judíos, la comida tiene un simbolismo ritual muy preciso. Con la comida se narra el episodio histórico que se recuerda. Sobre todo en la cena de Pesaj, que es la fecha que coincide con la Pascua cristiana. 

El huevo no aparece como un símbolo generalizado dentro de la costumbre del Pesaj, como puede ser el matze o matzá, el pan sin levadura. Pero en algunas cenas de Pesaj existe el simbolismo de utilizar un huevo decorado dentro del plato (keará) que se prepara para la noche del Séder. Este huevo, por su forma ovalada, representa la continuidad del ciclo de la vida.

Otro significado que se le otorga al huevo durante el Séder es el del endurecimiento del corazón del faraón Ramsés II, que no permitía salir al pueblo hebreo de Egipto. 

Un tercer significado que se le atribuye al simbolismo del huevo es el fortalecimiento que presentó el pueblo judío al lograr salir de Egipto durante el Éxodo. Según este significado, bien podemos imaginar al pueblo judío huyendo de Egipto al grito de “moishe, moishe, moishe, huevo, huevo, huevo”. 

 

VI

 

Bueno, lo admito: no tengo huevos. Pero me chupa un huevo no tener huevos. Hay que tener huevos para admitir que uno no tiene huevos. Además, no tengo huevos pero lo que mejor sé hacer en esta vida es huevo. Amo hacer huevo.  

Todo me chupa un huevo. Menos el chocolate. Y en Pascua, los huevos son de chocolate. Más que el huevo, lo que viene a recordarnos el feriado de Semana Santa y la Pascua de Resurrección, es que el chocolate es un derecho humano básico. 

La Pascua es el chocolate. La patria es el chocolate. El chocolate es el otro. Donde hay una necesidad hay un chocolate. Deberían declarar al chocolate como una necesidad básica, como un artículo de primera necesidad, como un derecho humano. Pero para eso hay que tener huevos. 

Mientras tanto, la vida sigue su curso, dando vueltas como un huevo. Esa vida de resurrecciones de chocolate que supimos conseguir quienes soñamos con lujos y genialidades pero no llegamos siquiera a ser Blas Armando Giunta.

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