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Carta a mis amigas / 31.07.23

La bacha del baño tiene agua y los maquillajes un poco se mojan, desperdigados en los pequeños charquitos que aportan al cálido desastre. Por el espejo las veo a todas, con sus miradas fijas en sí mismas, dedicándose el momento y desarrollando la técnica de delineado que vieron en miles de tutoriales. Sólo algunas no sabemos exactamente cómo se hace, cómo debería hacerse, y entonces antes de cada juntada mandamos el pedido: “¿Alguien me delinea?”.

 

Ya te llegará es el libro que recopila la correspondencia entre dos escritoras latinoamericanas, Margo Klantz y Tamara Kamenszain, de 1984 a 1997, editado por Eterna Cadencia. Una en México y otra en Argentina, mantenían su vínculo a la distancia a través de cartas y algunos encuentros cuando se podía. Margo había sido un apoyo fundamental durante el exilio de Tamara y toda su familia, por la dictadura cívico militar de 1976. En 1984 (fecha de la primera carta) la familia Kamenszain-Libertella regresa a Argentina y comienza el ida y vuelta.

 

Estas cartas no solamente reflejan un momento de la sociedad latinoamericana, sino que también nos invitan a una intimidad entre escritoras pero sobre todo entre amigas. Las cartas son como un pedazo del tiempo, una imagen que nos dice: así estaban las cosas. 

 

A veces tiendo a romantizar las cartas como un género místico, elegante, solemne y distante. Pero leyendo esta correspondencia entendí que no necesariamente hay algo trascendental en esa forma de comunicarse. Está la vida, un pedacito, un fragmento del tiempo que desafía la distancia y aviva la amistad. Las amigas construyen el presente, son testigos de lo que somos y en lo que nos convertimos con el paso del tiempo. A mí me ayudaron en el proceso aunque no lo sepan.

 

En un momento del libro a Tamara no le llegan las cartas que Margo le manda por una huelga en el correo argentino. Cuando por fin puede escribirle le dice: “Querida Margo: veinticinco días de huelga de correo nos están dando a los argentinos una visión del mundo como desde las trincheras. Es desde ellas que te mando unas líneas aprovechando algún mensajero artesanal que sale de nuestras lejanas fronteras”. Aprovechar cada oportunidad para tender el lazo. 

 

¿Qué haría si no pudiera comunicarme con mis amigas casi constantemente? 

 

Tengo amigas que me hablan las veinticuatro horas del día y otras con las que sólo puedo hablar en persona. Me fascina cuando llega el mensaje “Sabés que estuve pensando” y sé que viene un paréntesis de reflexión en mi día, donde eso que ella estuvo pensando también se vuelve propio. Es que eso son mis amigas, una red que me contagia las inquietudes, donde aprendo de sus miserias y las mías. Muchas veces ao vivo.

 

Las amigas se escriben cositas como: “Buenos Aires sigue hermosa, más elegante ahora que es invierno. Me compré unas botas que te gustarían: tipo gobernanta inglesa, cortitas y muy puntudas”. Compartir con las amigas los detalles más frívolos como si fueran los más importantes y los asuntos más profundos con la naturalidad de lo ligero.

 

Tamara y Margo se escriben palabras afectuosas, se lamentan de no verse, se confiesan las dificultades del día a día: ser madre, la crisis económica, querer vivir del arte, querer escribir escribir escribir. Tamara le dice a Margo que ansía tanto saber de ella que hasta huele tortillas en su casa, huele a México en el aire. La vida se hace menos dificultosa cuando llega una carta que hace de compañía. 

 

Y sí, hoy ya no nos mandamos cartas y a veces termino pensando que me gustaría guardar algunos mensajitos o audios de whatsapp en un cajón. Pero la calidez de las amigas tiene múltiples formas.

 

Las amigas tienen doctorados en peinados, posgrados en formas de ajustarse las ropas, estar cómodas y que no se note, abrigarse por las noches, hacer pis en cualquier lugar. Tienen recetas para detener las lágrimas y la pócima perfecta para abrir los ojos y ver al gil ese tal como es. Antes no les contaba casi nada, pero entendí algo: en la conversación nos descubrimos y nos hacemos fuertes. De mis amigas incorporé mil formas de ser yo y aprendí otras que no quiero ser. 

 

Sin el encuentro cotidiano o el programado, sin la complicidad de todas mis amigas, el mundo me sería extraño. Cuando llego a la facultad, al trabajo o a una fiesta, y hay una amiga, la historia toma otro curso. Son mis aliadas en la vida porque crecer y existir en este momento de la historia, es demasiado complicado como para vivirlo sin ellas.

 

Leer a Tamara y Margo me recuerda a mis amigas. Cuando estuve sentada en una cama, mientras ella me explicaba que no quería depender de ningún varón y lloramos por la ruptura con su novio. Le di la mano a una amiga, sentadas en el piso de una cocina, mientras se le iba la vida en llanto porque alquilar es muy difícil y la sociedad le aplasta la cabeza a las jóvenes como nosotras.

 

Vi a mi amiga lamentarse en un taxi porque el pibe que le gustaba no le dio bola esa noche y también la vi hermosa y radiante cuando dejó de importarle el mundo alrededor. Escuché a mi amiga decir que su oficina la pone triste, que su trabajo le quita años de vida, preguntándose por qué los demás pueden y ella no.

 

Las vi dudar y también tomar decisiones importantes. Todas las veces les dije que todo va a estar bien. A todas ellas, mis amigas, les deseo que todo esté mejor. Si estamos encontradas, aunque sea en la distancia, seguro así será.

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