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Serendipia / 24.08.2023

Serendipia. Circunstancia de encontrar por casualidad algo que no se buscaba. 

La serendipia es compañera de la duda, del vacío, del sentirse desorientado. 

 

Así llegué hace unos días a la casa de una amiga. Desorientada. En la conversación encontré algo que no buscaba. Me dio un libro para darle sentido a todo este ruido. 

 

Biografía del silencio es un libro de Pablo D’Ors publicado por editorial Galaxia Gutenberg en el año 2020. D’Ors es un sacerdote madrileño que publica muchos libros y da muchas charlas sobre meditación. Y sobre eso trata este libro. Biografía del silencio es un pequeño y corto ensayo que comienza contando su práctica de meditación diaria, sus inicios y las dificultades con las que se encontró. 

 

Y si bien su experiencia de vida es muy distinta de la mía, porque D’Ors es sacerdote y dedicó su vida al descubrimiento de la espiritualidad, hay algo con lo que me identifico. Su sed por conocer su propia identidad, su voracidad de lector, su incapacidad para frenar un segundo las palabras que le hablan a su cabeza y los escenarios imaginarios que se le presentan como posibilidad cada vez que cierra los ojos. 

 

Estaba hablando con mi amiga de esto cuando ocurrió la serendipia. Hablábamos sobre la incapacidad de callar todo lo que suena en la cabeza. A veces me siento embotada. Trabajar de hablar, trabajar de escribir, después mirar redes sociales, leer por gusto, leer por estudiar. Cuántas palabras, ¿no? 

 

“Yo respiraba armónicamente, pero mi mente era bombardeada con algún deseo incumplido, con la culpa ante alguno de mis múltiples fallos o con mis recurrentes miedos, que solían presentarse cada vez con nuevos disfraces”. 

 

No me parece casualidad que D’Ors sostenga que en la meditación, en ese encuentro con todo lo que internamente no puede callarse, exista un entrenamiento. Hay que entrenar a la mente para que sea más amable y hay que entrenarla también para que haga silencio. 

 

El silencio. El silencio. 

 

“La sensación era la de quien revuelve en el lodo”, dice D’Ors sobre el intento de dejar de pensar cuando se sentaba a respirar. La mente como un mar con mucho oleaje. Bordear los pensamientos hasta que la mente se vuelva una bahía serena. Es entonces cuando el agua se hace clara y podemos observar el fondo. “Supe también, con más tiempo y determinación aún, que esa flora y fauna interiores se enriquecen cuanto más se observan. Y ahora, cuando escribo este testimonio, estoy maravillado de cómo podía haber tanto fango donde ahora descubro una vida tan variada y exuberante”. 

 

Descubrir el fondo de nuestro mar y observar. Es en la calma. En el oleaje no se puede mirar hondo.

 

Sin embargo, al principio le dolía el cuerpo cada vez que se sentaba a meditar. Sus dorsales, rodillas y piernas comenzaban a molestarle. “A decir verdad me dolía casi todo… pronto me di cuenta, sin embargo, de que prácticamente no había un instante en que no me doliera alguna parte del cuerpo; era sólo que cuando me sentaba a meditar me hacía consciente de ese dolor”. 

 

Observar.

 

D’Ors lo dice en su libro: respirar al dolor y observarlo, hacerse preguntas. El autor afirma que dedicarse ese momento, lo ayudó a transitar un camino donde se siente más conectado con lo que él mismo es.

 

Estamos en un momento de mucho ruido. Las redes sociales, la situación política, la vida en la ciudad. Nada nuevo. Pero se hace urgente la necesidad de shhh. Calma. 

 

Me siento llena del ruido de afuera, del ajeno. Y aún cuando logro callar lo de afuera, aparece el barullo interno. No sé de qué se trata la solución ni si la hay, elegir el camino de las palabras se vuelve un problema porque el silencio no es una opción. Quizás sentarse a respirar.

 

Cuando hay mucho hueco interno, siempre hay una amiga que aporta algo, sólo hay que estar abierta a que eso ocurra. Y no hay nada más lindo que dejar de sentirse sola en esta necesidad de acallar. Eso es lo bello de la literatura, nos trae compañía e identificación, incluso la de un sacerdote madrileño.

 

“Laska (mi perro) está a mis pies y oigo cómo afuera cae la lluvia: no imagino mayor plenitud. Madera para quemar, libros para leer, vino que catar y amigos con quienes compartir todo esto. No hace falta mucho más para la verdadera felicidad”. 

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