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La noche tiene sensación de eternidad | 10/07/2023

 

Esa vez tomamos un vino y cocinaste pollo al verdeo. Era agosto y se enfriaron las sábanas. Tuvimos sexo y dormimos lejos, no nos abrazamos.

Otra vez fui hasta tu casa después de trabajar todo el día parada, la humedad porteña de diciembre me hinchó los pies y me infló los pelos.

¿Cómo pasó? Te grité algunas cosas y dormí sola. El cubre cama se cayó al piso y lloré. Vos en el sillón. 

La noche se hizo gigante entre nosotros.

Me metí en tu pileta y, mojada, me puse tu remera. Nos dormimos abrazados, con las bocas pegadas. El ventilador musicalizaba la noche de marzo. De vez en cuando, a la distancia, el tren. El que me lleva a mi casa, lejos de la tuya.

 

Tres años, tres noches, tres hombres.

Tres camas diferentes.

¿Por qué no recuerdo las mañanas?

La noche tiene sensación de eternidad.

¿En cuántas camas ajenas habré dormido? Dejando ahí una forma de amor, una manera de decir.

¿Cuántas voy a olvidar? ¿Cuántas olvidé? 

 

Mi cama es ancha, sea enero o sea julio siempre tiene mucho abrigo, aunque lo acurruque contra el borde de los pies. Mi cama también es de mi perra.

Mientras duermo, tengo un mar de almohadas a mi alrededor. Una por cada pensamiento. Es ridículo tener tantas almohadas, como es ridículo pensar tanto.

Una vez volví de viaje y me asfixió lo innecesario de tener tantas. Las dejé en la silla durante días, semanas. Después me reconcilié y volvieron a su lugar, la cabecera de mi cama. Es necesario pelearse un rato con tanta certidumbre.

 

Prefiero ir a otras camas. Prefiero que me invites. No hacen falta muchas cosas, simplemente quiero que sea diferente.

 

Cuando era chiquita mi papá se tiraba un rato a mi lado antes de dormir y compartíamos los auriculares. Escuchábamos Los Beatles, Luis Miguel, La Bersuit, Celine Dion. Así me dormía, escuchándolo cantar alto y claro. Nada de silencio.

Dormí en camas blandas, camas duras, camas chiquitas y camas enormes. Camas muy calurosas y otras que picaban. En algunas lloré y en otras fui feliz o simplemente descansé. Camas con perros, con gatos, con mi mamá, con amigues, con amores. 

¿Qué más es la cama, sino un espacio en el tiempo? Por eso la cama puede no ser sagrada. Puede ser una bolsa de dormir compartida con mi amiga en una montaña o una butaca de micro viajando a algún lugar. Puedo hacer cama las piernas de una persona que quiero, el hombro de mi papá en una sala de espera o el sillón de un Starbucks a la salida de una fiesta. Así, la cama deja de ser un soporte de cuatro patas con un colchón y pasa a ser mucho más. 

Un pedacito de mundo donde descansar de la vorágine de la vida.

 

Ahora sólo imagino esa cama que todavía no conozco. 

 

Las sábanas son blancas o verdes o lilas. Una almohada está aplastada por los años y tus piernas que siempre la abrazan. Otra es mullida y me dejás que yo la use. Me imagino sentada en tu colchón, con un bretel deslizando mi hombro. Tengo un vestido y mis aros favoritos. Te voy a ver en la ventana fumando y no va a importar si mañana sale el sol, si nos decepcionamos, si me voy sin desayunar. Las noches que no existen serán las únicas eternas.

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