El orgulloso de ser chabacano | 17.04.2023
Es obvio que es muy distinto el castellano que se habla aquí, en la Argentina, que el que se habla en Castilla. Pero también es distinto el que se habla en Buenos Aires o el que se habla en Jujuy. Como es distinto el que se habla en Castilla y León que el que se habla en Castilla-La Mancha.
En esos casos lo que existen son acentos y modismos diferentes. Acentos y modismos que se agigantan cuando las distancias se hacen más grandes y atravesamos fronteras. Por eso es bien distinto el castellano que se habla en la Argentina que el que se habla en Paraguay, o en Chile, o en Colombia, o en México. O en Andalucía, o en Aragón.
En todos estos casos estamos hablando de lenguas instaladas que sufren cambios en sus formas, producto de migraciones y de distintas características regionales. Pero existen también casos en los que las modificaciones son mayores. Surgen así los dialectos o lenguas criollas.
Este tipo de lenguas son la síntesis de las tensiones provocadas por el colonialismo. Hay por un lado una potencia imperial que quiere imponer su lengua para así imponer las reglas. Y gente viviendo allí que habla en su lengua, con sus reglas. Y de esa tensión surge el dialecto.
La población originaria se tiene que adaptar a la realidad de estar ocupada por una potencia. Y, por lo tanto, deberá establecer algún tipo de diálogo con ese ocupante. Y el ocupante, a su vez, deberá poner algún tipo de empeño en entender lo que dicen los originarios. Cuanto más no sea para evitar complots.
Los idiomas criollos son fruto de esta tensión. El término “dialecto” se utiliza para denigrar a estas lenguas. Se busca así minimizarlas, llevarlas a un plano de argot, cuando en realidad, en la mayoría de los casos se trata de lenguas que cumplen con todos los requisitos de la mayoría de los idiomas.
Puede que no tengan la tradición literaria de otras lenguas consolidadas hace siglos. Pero pensemos que alguna vez el castellano, el francés, el italiano o el portugués (por nombrar sólo algunas de las lenguas latinas) tuvieron un rango similar. Tanto que se las llamaba lenguas vulgares.
Por otra parte, existen lenguas que no tienen tradición literaria hasta que la tienen. Esto que parece una frase de Perogrullo es lo que pasó con el gallego hace apenas un siglo y medio. El gallego era una lengua de tradición oral, cuya única literatura eran las coplas y canciones populares que cantaban los campesinos y que sólo se transmitían de boca en boca.
Hasta que en el siglo XIX surgió un movimiento denominado REXURDIMENTO. O RESURGIMENTO o RENACIMIENTO, que creó una literatura en gallego. La responsable y principal referente de este movimiento fue una mujer, una poeta llamada Rosalía de Castro. A partir de entonces, existe una larga tradición de literatura en gallego que continúa hasta hoy.
Los distintos colonialismos en el mundo crearon todo tipo de lenguas criollas con mezclas muy particulares. Por ejemplo, el creole, o criollo haitiano. En este caso la lengua es muy particular, pues si bien surgió en Haití, es decir, en el mar Caribe, se trata de una mezcla entre el francés imperial y algunas lenguas del África Occidental.
En el creole o criollo haitiano aparecen elementos del wolof y algunas lenguas obe. Y hay también influencias de otras lenguas africanas, como el fon, el ewé, el kikongo, el yoruba y el igbo. Existen además dos variantes de creole, dos dialectos: el fablas y el plateau.
Se calcula que hoy existen casi 10 millones de personas que hablan el creole. No sólo en Haití: hay otras zonas del Caribe donde se habla. Pero además, el creole se extendió a otras partes del mundo por las migraciones de los haitianos. En la Argentina, por ejemplo, existen algunos miles de hablantes de creole que mantienen su lengua como una fortaleza.
El colonialismo holandés también dejó una lengua con características similares: el afrikáans. El afrikáans surgió a partir del holandés o neerlandés medio, que hablaban los holandeses que invadieron y habitaron la Colonia del Cabo, en Sudáfrica.
Con los años, este tipo particular de habla del holandés sumó, por un lado, elementos de otros idiomas colonizadores de la región, como el inglés y el portugués. Y, por otro, idiomas locales, como las lenguas zulúes de los pueblos nativos de la región.
Hoy se calcula que existen unos 15 millones de hablantes de afrikáans. La mayoría vive en Sudáfrica, aunque también hay muchos en Namibia. Curiosamente, los hablantes del holandés, el idioma que lo originó, no son muchos más: 22 millones de personas en todo el mundo.
Así como de la colonización francesa en el Caribe surgió el criollo haitiano o creole, de la colonización inglesa surgió el patois, también conocido como criollo jamaiquino. La lógica es la misma: una cruza entre el inglés y las lenguas africanas que hablaban los esclavos. Aquí no existen influencias de pueblos nativos, pues en su inmensa mayoría fueron masacrados.
Pasó con los taínos en República Dominicana, por ejemplo. Cuando llegaron los colonizadores, los nativos vivían en el paraíso: una zona cálida, donde tenían el alimento al alcance de los árboles o el mar, andaban desnudos y no sabían lo que era el trabajo.
Cuando los colonizadores quisieron ponerlos a trabajar como esclavos, murieron al instante, porque no estaban preparados para eso. Fue así que comenzó el tráfico de esclavos desde el África y por eso las lenguas criollas tienen elementos de las lenguas africanas. El patois sumó después algunos elementos del español y del francés.
Actualmente existen algo más de 3 millones de personas que hablan patois en el mundo. La mayoría de ellas, en Jamaica. El patois fue utilizado por la cantante Rihanna en su tema Work, en el que canta un estribillo en patois. Rihanna nació en Barbados, otra isla caribeña donde se habla inglés, pero no patois.
Hasta aquí, tres de los idiomas derivados de lenguas coloniales. Tal vez los tres más conocidos, aunque existen muchos otros. El criollo caboverdiano, por ejemplo. Derivado del portugués, y uno de los idiomas oficiales en Cabo Verde.
Si quieren saber algo más al respecto, escuchen a Cesária Évora y díganme si entienden algo de lo que dice. Se van a dar cuenta de que esos 15 días en Florianópolis no van a servir de mucho para comprender lo que dice la diva de los pies descalzos.
El español, por su parte, tiene el chabacano. No, no estoy hablando de un lenguaje soez. Hablar chabacano no significa decir: “¿Te gusta Foucault? ¿No? ¿Y este pelado con polera?” Bueno, sí, eso es chabacano. Y siguiendo la línea de lo chabacano y de los pelados podríamos citar la letra de una canción.
La canción en cuestión la interpreta el grupo AMAR Y YO, es una cumbia y la letra dice así: “Ya te saqué a bailar/ ya te di de tomar/ ahora, sentate en el pelado/ porque estoy enamorado”. Como dice la letra, se trata de una canción de amor. Pero si supiéramos que existe un idioma chabacano, pensaríamos que esta letra está escrita en ese idioma.
Bueno, no, nada que ver. El idioma chabacano es otra cosa. Y al igual que los demás idiomas que vimos, se llama también CRIOLLO CHABACANO. Hasta hace poco más de un siglo, Filipinas era colonia española. Y esa colonización dejó un idioma criollo, el chabacano..
La palabra CHABACANO surge en la lengua española en el siglo XVI. La utiliza un poeta para asignar a la fruta de mala calidad y a partir de entonces se establece como la conocemos: para designar a algo burdo, de mal gusto y baja calidad.
Durante la colonización española en Filipinas, los nativos comenzaron a hablar un dialecto que, como los demás dialectos, tenían una base de lenguaje imperial (el castellano) con elementos autóctonos. En este caso, la mayoría de las palabras utilizadas son en castellano. Y lo que aporta el filipino es mayormente la gramática.
Para diferenciar ambas lenguas, los españoles tomaron distancia del habla de los nativos. Y comenzaron a llamar CHABACANO a esta forma de hablar. Para dejar claro que ellos, los españoles, hablaban el castellano verdadero. Y que lo que hablaban los nativos era una lengua sin arte.
Como a los nativos el juicio de valor de los colonizadores no les importaba demasiado y encima les sonó bien el término, asumieron el nombre para la nueva lengua.
Se trata de una forma de neutralizar un término surgido como un insulto. Como ocurre con las putas feministas o los putos peronistas. Como si los cordobeses asumieran una lengua propia llamada “culiao”.
Los españoles hicieron todo lo posible para estigmatizar esta lengua: además de CHABACANO lo llamaron LENGUAJE DE LA CALLE, LENGUAJE DE COCINA, ESPAÑOL DEL PARIA o LENGUAJE DE TIENDA. Y como contrapartida, se consideraban a ellos mismos como hablantes de CASTELLANO ILUSTRADO. Pero nada de eso sirvió para que la población se asumiera como hablando de su lengua: el CHABACANO.
Actualmente existen aproximadamente 1 millón 200 mil hablantes de CHABACANO en todo el mundo. La mayoría vive en la provincia filipina de ZAMBOANGA, donde hoy se concentra la mayor cantidad de hablantes de chabacano. Aunque también existen algunos en otras provincias filipinas aledañas y en algunas zonas de Malasia e Indonesia.
Existía una variedad de chabacano hablado en Manila, llamado ERMITAÑO. Pero se cree que ya no existen hablantes de esta variante, tras los bombardeos estadounidenses y japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde hace unos años, en las regiones de Zamboanga y Basilian, en Filipinas hay un rescate y una puesta en valor del idioma chabacano. Existen estaciones de radio y canales de televisión que transmiten exclusivamente en este idioma. Entre ellos se destaca el noticiero diario TV PATROL CHABACANO.
Todo comenzó en 1999 cuando se celebró en Zamboanga un congreso titulado “Cultiva el lenguaje Chabacano ayer, ahora y hasta para cuando”, organizado por el Ateneo de Zamboanga en el marco del programa de cooperación entre España y Filipinas, financiado por la Dirección General de Cooperación y Comunicación Cultural del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte español.
Sí, después de denigrarlo y combatirlo, el estado español pasó a cuidar el chabacano. Así funciona la colonización y así funcionan sus instituciones a lo largo del tiempo.
A partir de entonces, los filipinos asumieron la necesidad de ser chabacanos, de hablar chabacano, de cuidar la cultura chabacana. Una necesidad que no sólo tienen los filipinos. Todos, en todo el mundo, necesitamos ser un poco chabacanos. Aunque sea por un ratito.
Inclusive cuando nos ponemos filosóficos. O especialmente cuando nos ponemos filosóficos. Y si tienen alguna duda, vengan, que les presento a Foucault. Porque yo también tengo una duda.
Seamos chabacanos, que lo demás no importa.