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La mujer que inventó un idioma    |     24.04.2023

 

¿Por que han dejado de poner películas en los aviones en Galicia?
Porque al terminar la película todos salían por la puerta de atrás. 


Un gallego le dice a otro 
-Oye manolo, pásame el otro shampoo. 
-Pero si ahí en el baño hay uno. 
-Si hombre, pero este es para cabello seco y yo me lo he mojado.

 

Y así podría seguir. ¿Se acuerdan de los chistes de gallegos? ¿Se acuerdan que hubo una época, no hace tanto, en la que todos nos reíamos mucho con los chistes de gallegos? Parece que pasó un siglo. Pero no, apenas cambió el siglo. O la época.

Los chistes de gallegos representan aquello que a priori no me hace reír. El ingenio y la risa son cosas que aparecen sin que nosotros necesariamente estemos de acuerdo con lo planteado. Por suerte, la risa es algo tan visceral, tan profundamente enemistado con la razón, que puede aparecer en lugares que, racionalmente, nos encuentran a las antípodas. 

Me gusta sorprenderme riéndome con cosas que, en teoría, detesto. Celebro la complejidad del alma humana, las contradicciones que nos constituyen. Pero está claro que tengo principios, como todo el mundo. Y, si tengo que elegir, prefiero burlarme del poderoso y no del débil. Por supuesto, prefiero no estigmatizar. Pero tengo claro que una cosa es estigmatizar a los chetos y otra muy distinta es estigmatizar a los villeros. 

Una cosa es ser bolivianofóbico y otra muy distinta es ser escandinavofóbico. Las dos cosas son condenables, pero la situación de poder y de hegemonía cultural y social es distinta en ambos casos. 

Los chistes de gallegos nunca me cayeron bien justamente por lo estigmatizante a un pueblo que es de los más pobres y postergados de la península ibérica. Y no quiero decir España, porque España es otra cosa. Hablo de un pueblo campesino, hablo de mi abuela gallega que llegó a Buenos Aires a los once años, sin hablar castellano. 

Mi abuela gallegoparlante que me enseñó que los panqueques no son panqueques ni crepes, sino filloas. Porque así los llamaba y eso es lo que comíamos en las tardes en Valentín Alsina, cuando iba a su casa a tomar la leche. 

Mi abuela apenas sabía leer y escribir. Y más en castellano. Tenía una letra como de un chico que está empezando con sus primeras palabras. Cuando empezaron a contarse los chistes de gallegos sentí un rechazo secreto. No tuve el coraje ni la correlación de fuerzas en mi infancia como para rebelarme contra eso que se difundía entre pibes, pero también entre grandes. 

Tampoco voy a negar que con muchos me reí. A veces hacemos cosas extrañas para encajar. Y otras… bueno, simplemente la risa no sabe de lógicas. Pero sí sabe encontrar sus contextos. Y siempre hay un contexto donde lo más ridículo, jodido y trágico, puede resultar cómico. Pero, en general, nunca me gustaron demasiado los chistes de gallegos. Y, secretamente, sufría con eso.

Mucho tiempo después me di cuenta que mi rechazo a los chistes de gallegos no tenía que ver con mi abuela. Porque en realidad, esos chistes no eran contra mi abuela. Porque había (y supongo que sigue habiendo) miles de chistes de gallegos. Pero no hay (o casi, no lo sé) chistes de gallegas. 

Podrá pensarse que las gallegas no aparecen porque el patriarcado hace que los hombres seamos protagonistas aún cuando somos objetos de burla. Puede ser. Prefiero pensar que hay otro motivo. Un motivo de venganza poética: el gallego es un idioma creado por una poeta. 

Rosalía de Castro es una de las figuras centrales de las letras de la península ibérica. Representa para España lo que Gabriela Mistral para Chile, por ejemplo. Rosalía escribió también en castellano, pero fundó la lengua gallega moderna, dándole a ese antiguo idioma de tradición oral un carácter literario que hasta ese momento no había tenido. 

Rosalía nació en 1837 y era hija natural de un cura y una mujer muy pobre. Murió en 1885, a los 48 años, de cáncer de útero. Fue la figura central de lo que se llama el REXURDIMENTO, o resurgimiento de las letras gallegas. Un movimiento que compartió con Eduardo Pondal y Curros Enríquez, entre otros autores. 

La obra gallega de Rosalía tiene dos claros exponentes, bien distintos y complementarios, expresados en dos libros. 

CANTARES GALEGOS es la obra más interesante en términos históricos y épicos. Hay aquí una reivindicación explícita de la gente de su tierra, una seña de identidad. La lengua es su patria y sirve para hablar de su patria. 

FOLHAS NOVAS es la obra más interesante en términos líricos. Rosalía de Castro escribe en gallego pero habla de temas universales. Lo insondable del alma humana, la existencia, el tiempo, el ser: todo eso que hasta ese momento sólo se podía escribir en castellano (o en francés, o en alemán, o en inglés) ahora también se puede escribir en gallego.    

 

Ben sei que non hai nada
novo en baixo do ceo,
que antes outros pensaron
as cousas que hora eu penso.

E ben, ¿para qué escribo?
E ben, porque así semos,
relox que repetimos
eternamente o mesmo.

Bien sé que no hay nada
nuevo bajo este cielo,
que antes otros pensaron
las cosas que ahora pienso.

Y bien, ¿para qué escribo?
Bueno, porque así somos,
reloj que repetimos
eternamente lo mismo.

 

Esto forma parte de FOLHAS NOVAS, dentro de una serie de poemas breves titulados VAGUEDÁS. O VAGUEDADES, en castellano. Sí, de Galicia a la vaguedad. 

Rosalía de Castro logró ser regional y universal. Y también logró ser introspectiva y popular. Porque no fue una poeta oculta ni marginal: fue una poeta famosísima, que llegó a la canción. 

Unos años después de su muerte, el poema NEGRA SOMBRA fue musicalizada por el compositor gallego Juan Montes. El resultado es posiblemente la canción más popular escrita en lengua gallega.

Sí, en esa lengua creada por una mujer, por una poeta, en la segunda mitad del siglo XIX. Parece un chiste de gallegos. Pero es justicia poética.

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