top of page

Por qué soy libertario (Parte 1) |     04.09.2023

“¿Viste que se dice que por cada trotskista se pueden formar dos líneas internas? Bueno, por cada uno de nosotros, los anarquistas, se pueden formar cuatro líneas internas”.

       Eso me lo dijo una vez un compañero (o camarada, ya ni sé cómo llamarlo) anarquista, cuando yo asistía a las reuniones de la FLA. No quiero decir exactamente que militaba, porque tampoco sé si eso de militar tiene que ver con el ideario anarquista. Sí les puedo contar algunas cosas más sobre eso de ser anarquista.

       No sé bien por dónde empezar y supongo que eso tiene que ver con la falta de jerarquías. A diferencia de las otras ideas políticas, que quieren tomar el poder o alcanzar el poder (sea con una revolución armada o mediante el voto), el anarquismo combate la idea del poder.

       Siempre me causó mucha gracia cuando cierto feminismo usa el término “empoderamiento”. Porque “empoderar” significa eso, tener poder. Prefiero la respuesta de la feminista boliviana María Galindo, que dice que hay que desempoderar.

       Para Galindo, luchar por el empoderamiento es reproducir la misma idea de poder que durante siglos ejerció el patriarcado. O sea, un cambio de género de quienes ejercen el poder, pero no un cambio en la estructura del poder ni en el modo en el que se ejerce ese poder.

       Renunciar a la idea del poder es luchar por la destrucción de ese poder. O la “deconstrucción”, si prefieren el término de moda. Pero esto no se hace mediante las bombas, sino con educación. Un trabajo de hormiga de abajo hacia arriba, porque de otra forma significaría un asalto al poder, que es lo que se quiere evitar.

       Como les decía, esto no es más que un conjunto de generalidades. Porque al haber tantas variantes y tantas formas de entender el anarquismo, las interpretaciones pueden ser múltiples.

Cuando yo asistía a las reuniones de la FLA, había compañeros que seguían las viejas costumbres anarquistas, y no iban a votar. Como hacía Osvaldo Bayer, que no votaba. En ese caso, un anarquista era algo así como un vegano electoral.

Pero había otros que sí votaban, sobre todo en las presidenciales y más por cierto pragmatismo y opción por lo que consideraban el “mal menor”. Por eso algunos compañeros, en 2015 votaron a Daniel Scioli en el ballotage contra Mauricio Macri.

No mucho más que eso: un pequeño gesto. Nada de militar esa causa, ni de sobreactuar la posibilidad de “un giro a la derecha”. Y recordaban que los anarquistas habían sido acérrimos enemigos de la dictadura. Que no les daba lo mismo todo. O nos daba, para ser más exactos. No nos daba ni nos da lo mismo todo.

Todo eso pasaba cuando iba a las reuniones de la FLA. Y si elegí la FLA fue porque, por más cantidad de formas de entender el anarquismo, siempre hubo una línea central, una matriz anarquista, una organización que nucleaba al anarquismo.

La FLA es el movimiento anarquista “oficial”, por decirlo así, de un modo poco anarquista. Lo que sería el PJ para el peronismo. La FLA se formó en febrero de 1955. Pero es heredera de la FACA. Que a su vez es heredera de la FORA, la primera gran central anarquista en la Argentina, fundada en 1901.

El anarquismo había llegado al país unas décadas antes, en la segunda mitad del siglo XIX. Y, como ocurrió con el socialismo, el anarquismo bajó de los barcos, con los inmigrantes europeos que trajeron esa idea. 

Por ser el anarquismo un movimiento que plantea un cambio desde las bases de la sociedad y no desde la cima del poder, la educación y la cultura tuvieron un papel fundamental en aquellos primeros años. En las últimas décadas del siglo XIX, los anarquistas argentinos crearon “Círculos culturales”, “Bibliotecas”, “Compañías Filodramáticas” y “Escuelas”.

Además, varios referentes europeos visitaron el país dando charlas y difundiendo el ideario anarquista. Como los italianos Enrico Malatesta (en la década de 1880) y Pietro Gori, que en 1900 dio conferencias en todo el país, incluido un seminario en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

El trabajo cultural y pedagógico del anarquismo fue enorme. Pero fue en el movimiento obrero donde el movimiento logró mayor fuerza. El 25 de mayo de 1901 se creó la FOA, que nucleaba a sindicalistas anarquistas y socialistas. Pero esta alianza duró poco. En 1902 los socialistas se retiraron de la FOA y en 1905, la FOA pasó a llamarse FORA, según lo estableció su V congreso.

El 7 noviembre de 1903 apareció “La Protesta”, el mayor diario anarquista argentino y uno de los más importantes del mundo. En 1910, “La Protesta” alcanzó su momento de mayor popularidad. Y se convirtió en el único diario anarquista en el mundo que editaba a la vez un vespertino: “La Batalla”.

Durante su fundación, la FORA estableció que su principio rector sería el “comunismo anárquico”. Sin embargo, la incidencia de los anarquistas no se reducía al ámbito sindical. El trabajo cultural y educativo continuaba siendo muy importante. En esa misma época se crearon las escuelas “racionalistas”, impulsadas por Julio Barcos.

La FORA nucleaba a muchos gremios y logró instalar al anarquismo en la agenda de la opinión pública. El legado popular cultural más famoso de los anarquistas tiene que ver con el nombre hereje de algunas facturas: vigilantes, sacramentos, bombas, bolas de fraile. Todos nombres anticlericales que llegaron al habla popular gracias a los panaderos anarquistas.

La respuesta de los grandes medios y del poder concentrado fue la estigmatización de los anarquistas. Se los trató de tirabombas, de terroristas y también se utilizaron en su contra argumentos xenófobos.

Los anarquistas eran extranjeros que venían a quebrantar la paz social del país. Cualquier coincidencia con “la subversión apátrida que quería reemplazar la bandera nacional por el sucio trapo rojo”, durante la década del 70, o el más actual “son extranjeros que vienen a quitarles el trabajo a los argentinos”, no es pura coincidencia.

Esta persecución fue uno de los factores de declive del anarquismo argentino. Pero no el único. Y, seguramente, tampoco el principal. A mediados de la década del 10 del siglo XX se produjeron dos hechos que iban a ser el principio del fin de la masividad anarquista.

En 1915 se fracturó la FORA. Por un lado quedaron los anarquistas; por otro, los socialistas. Esta fractura coincidió con la aprobación de la Ley Sáenz Peña de voto universal (masculino) que marca un quiebre en las prácticas concretas de la actividad sindical.

Mientras los anarquistas encabezaban el ala más combativa, pues el voto les daba más o menos lo mismo, los socialistas veían en la nueva ley la posibilidad de acceder a más espacios de gobierno. Cosa que los anarquistas descartaban de plano. Los anarquistas acusaban a los socialistas de ser burócratas que aceptaban las dádivas oficiales. Y los socialistas decían que los anarquistas eran extremistas. No sé si les suena.

En esa misma época surgió el Partido Comunista, con toda la fuerza de la recién creada Unión Soviética. Y eso le quitó más fuerza a los anarquistas. Pero además, en la década del 20 las divisiones internas dentro del propio anarquismo se volvieron más intensas que nunca.

Por un lado, la FORA continuó con su lucha anarco-sindicalista no violenta. Pero al mismo tiempo aparecieron anarquistas expropiadores, que ejercían la lucha armada, de un modo completamente independiente de lo que hacía la FORA. El más famoso de estos anarquistas fue Severino di Giovanni, cuyo accionar era repudiado en las páginas de La Protesta.

El 6 de septiembre de 1930 se produjo el primer golpe militar del siglo en la Argentina. Inmediatamente, todas las publicaciones anarquistas fueron prohibidas y sus locales, allanados. Comenzó así uno de los momentos de mayor represión para el anarquismo.

El golpe se produjo en un momento muy crítico para el movimiento, con divisiones internas y sin capacidad de respuesta. Cientos de militantes fueron detenidos: hubo encarcelamientos en Ushuaia, deportaciones, fusilamientos y torturas. Sin embargo, la represión sirvió para generar la unidad del movimiento anarquista.

En 1931, en la cárcel de Devoto, unos 300 presos anarquistas limaron asperezas y organizaron un congreso donde se acordó la unidad sobre tres puntos: superar las diferencias fratricidas de la década anterior; crear una organización “especifica” del anarquismo; y revitalizar la FORA. Y se acordó también organizar un gran encuentro, que finalmente se realizaría en septiembre de 1932, en Rosario.

El encuentro de Rosario marcó el inicio el CRRA, que fue vital en la organización de la militancia anarquista de todo el país. Fue así que tres años después, en 1935, surgió la primera organización específicamente anarquista de la Argentina: la FACA.

La FACA llevó adelante la campaña por la libertad de los presos de Bragado, Pascual Vuotto, Reclus de Diago y Santiago Mainini, tres anarquistas torturados y condenados por un crimen que no habían cometido, en 1931. Gracias a la campaña llevada adelante por la FACA, en 1942 llegó el indulto para los tres anarquistas.

Pero además del accionar local, a la FACA le tocó convivir con el que probablemente sea el hecho más importantes del anarquismo en toda su historia: la guerra civil en España. En 1936, el general Francisco Franco se alzó en armas contra la República Española y comenzó así la Guerra Civil. Pero los anarquistas no hablan de ”guerra civil”, sino de “revolución”.

La revolución fue tal que los anarquistas integraron el gobierno y aportaron dos ministros. Una de ellas, Federica Montseny, una escritora de 32 años que fue Ministra de Salud y que, bajo su gestión, se legalizó el aborto por primera vez en Europa, en 1937. La FACA realizó una gran campaña a favor del movimiento español.

Otro de los líderes anarquistas más importantes de España fue Buenaventura Durruti, asesinado el 20 de noviembre de 1937. Su funeral, en la Barcelona republicana, tuvo honores de jefe de estado. Unos años antes, Durruti había estado en la Argentina, donde tuvo contactos con anarquistas locales y realizó varias expropiaciones. Que es así como llaman los anarquistas a los asaltos a los bancos.

La aparición del peronismo, en 1945, iba a partir en dos la historia argentina. Y también la historia del anarquismo en la Argentina. La sindicalización obrera ascendió de 500.000 a 2.500.000 afiliados. Y los beneficios obtenidos por los trabajadores, en condiciones de pleno empleo, produjeron un corrimiento rápido de adhesión al peronismo.

Aquí se contraponen dos argumentos, válidos ambos, verdaderos ambos, pero que en los hechos, a la hora de hacer un balance, ubica al anarquismo en una incomprensión de lo que significaba el peronismo, similar al del resto de la izquierda. O sea, el socialismo y el comunismo.

Si bien no integró la Unión Democrática que enfrentó a Perón en las urnas (como sí lo hicieron socialistas y comunistas), los anarquistas fueron muy críticos del peronismo. Más precisamente, con el “estado peronista”. Por su parte, el peronismo clausuró publicaciones anarquistas y encarceló a muchos militantes.

Los anarquistas fueron perseguidos durante el peronismo, sin dudas. Como también fueron perseguidos los comunistas, a quienes el gobierno de Perón también les clausuró publicaciones y encarceló a numerosos dirigentes y militantes. Hasta llegar al ridículo de encarcelar a un personaje famosísimo, como el músico de tango y militante comunista Osvaldo Pugliese.

Sin embargo, sería absurdo pensar que la debacle del movimiento anarquista (y, sobre todo, su adiós definitivo a la insersión en los sindicatos y en la clase trabajadora) se debió a la persecusión peronista.

La causa por la que la inmensa mayoría de los trabajadores se hicieron peronistas tuvo que ver con que el peronismo les dio pleno empleo y acceso a una vida digna. Les promovió el ascenso social. Los transformó en clase media y los hizo acceder a beneficios que nunca habían gozado: vivienda, vacaciones, esparcimiento, tiempo libre. 

Los anarquistas querían luchar, como habían hecho siempre. Los laburantes, en cambio, querían descansar y pasar tiempo con sus familias, como no habían podido hacerlo nunca.

Los anarquistas tuvieron que barajar y dar de nuevo. Fue así que, en febrero de 1955 realizaron un congreso, en el que decidieron poner fin a la FACA. Y en su lugar crearon la FLA.

FORA, FACA, FLA. Y sí, es el momento de aclarar qué significa cada una de estas siglas. Porque es aquí donde aparece una palabra clave, que en estos últimos años cambió totalmente su significado, en unos de los volantazos más violentos que haya dado un término político a lo largo de la historia.

Esa palabra es “libertario”.

Pero eso requiere otro capítulo. Tanto la aclaración de qué significan esas siglas, como lo de “libertario”. Y por primera vez les propongo un “continuará”. Esta historia tiene dos partes y va a terminar mañana, cuando les voy a contar qué significa ser libertario. Y por qué soy libertario.

Mientras tanto: ¡viva la libertad, carajo!

bottom of page